CEREMONIA Y DEVOCIÓN. MOONSPELL – CENTRO REGIÓN CONESA (05-04-2023)
Una tímida frescura cubría la ciudad de Buenos Aires durante la tarde. Mientras la temperatura iba descendiendo, el sol se iba ocultando poco a poco. Todo iba cayendo en su lugar para que la oscuridad se apoderara de la noche.
La banda encargada de entregar las primeras descargas fue Weight of Emptiness, un grupo nacido en Santiago de Chile que ya lleva varios años en actividad y en esta, su cuarta presentación en el país, demostraron todo su potencial. Mezclando elementos que recuerdan a bandas como los mismos Moonspell, Dark Tranquillity, Borknagar, Enslaved y hasta reminiscencias de Behemoth, presentaron canciones de todo su catálogo, haciendo especial énfasis en su último álbum, Withered Paradogma (2023). El corte de su último disco, «Wolves», fue de lo más destacado, con un estribillo pegadizo y muy interesantes cambios de ritmo. Otra canción que se ganó los aplausos fue el tema «Weight of Emptiness», de su álbum Anfractuous Moments for Redemption (2017), con un exquisito solo de guitarra. Prometieron volver.
A eso de las 20:15, luego de algunos inconvenientes de sonido, subía al escenario Inazulina con una propuesta más visual que musical. Atuendos góticos, instrumentos con luces led y escenografía propia son los elementos elegidos para acompañar su música. Con un estilo que recuerda a grupos como Lacrimosa, HIM y Laibach, la banda siguió con algunos problemas de sonido mientras transcurrían sus primeras canciones. El volumen de los instrumentos era un poco dispar, con el teclado opacando todo, excepto por la voz. Por suerte para sus seguidores, todo se fue reajustando mientras sonaban las últimas canciones pertenecientes al disco «Diamantina».
Después de algunos clásicos del metal gótico que brotaban por los parlantes, fue el turno de Miseres de tomar por asalto las tablas. Siendo una especie de Paradise Lost locales con voces a lo Moonspell, la banda dió un show sumamente enérgico y conciso, muy festejado por el público, donde tocaron temas como el doomero «Rest In Peace», el lento «Voices» y el hitero «The Sinner», definitivamente el momento más brillante de su show.
Pasadas las 22 hs y con un 75% de la capacidad del lugar ocupada, se apagaron las luces mientras empezaba a sonar «Mr. Crowley» de Ozzy Osbourne a modo de intro. «The Greater Good», con sus aires floydianos, fue el primer corte de la ceremonia de los portugueses. A los pocos segundos se desataron los primeros pogos y las caras de felicidad entre los presentes, lo que confirmaba que estábamos en el comienzo de una noche muy especial. Fernando Ribeiro cantaba y gritaba con toda su potencia y oficio para luego dar lugar a agradecimientos y presentaciones en un más que simpático portuñol (comentarios correspondientes a la copa del mundo incluídos). «Opium» fue un mazazo del pasado que puso a saltar y cantar a todo el mundo, ya no quedaban dudas, la comunión entre Moonspell y Argentina era perfecta. La gente coreaba cada estribillo sin dejar de moverse. Así pasaron temazos de todas sus épocas como «Night Eternal», «Finisterra», «From Lowering Skies» y, la rescatada de su disco «polémico» Sin/Pecado (1998), «Abysmo» recordando su primer visita al país allá por 1998. Luego fue el turno de «Scorpion Flower» para brindar un poco de calma y belleza de la mano de su hermoso estribillo y la voz sampleada de Anneke van Giersbergen. Después siguieron la festejada «Nocturna» y «Breathe (Until We Are No More)» para dar lugar a el momento más ritualístico de la noche. Completamente cubierto por luces rojas, Ribeiro pide al público levantar sus cuernos mientras entra en trance y pronuncia unas palabras invocando a nada más y nada menos que a «Mephisto». La gente grita el título de la canción cada vez que Ribeiro lo demanda. La oscuridad es total. Todo está listo para que «Vampiria» deje a más de uno con la sangre helada y ganas de clavar los colmillos. Ribeiro habla de lo que cuesta ser una banda de metal en países iberoamericanos, así presenta «Alma Mater» y la contundencia de su música no hace más que multiplicarse. La banda se retira por escasos minutos y habiendo dado un show excelso y variado, donde nunca falló el sonido ni decayó su performance, lentamente vuelven al escenario para hacer su dupla de la licantropía: «Wolfshade (A Werewolf Masquerade)» y «Full Moon Madness». El primero nos hizo aullar como lobos y el segundo nos hizo desear que no se terminara nunca.
Moonspell dejó un mar de gente contenta, satisfecha y con la sensación de que lo que se había vivido era profundamente místico y trascendental, la celebración de 30 años (técnicamente 31) de una banda que siempre se mantuvo activa, cambiando y probando nuevos caminos, pero siempre con su identidad propia. Los lusitanos habían demostrado que siguen siendo una banda potente y efectiva, que goza de buena salud y que también tiene un estrecho lazo con el público local. Si alguien dudaba, esta fue la respuesta, la vigencia de una banda que nunca detuvo su motor.
Cronista: Boris Bargas



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